Lo odiamos y al mismo tiempo lo codiciamos; el dinero, la pasta, la
guita, los chavos…
Lo odiamos, porque nos ata al trabajo asalariado para adquirirlo, porque condiciona todas nuestras relaciones sociales y porque moldea nuestra manera de pensar y de ver el mundo, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello. Por culpa del dinero, nuestra vida se reduce a una serie de transacciones y cálculos interesados en los que tratamos de optimizar nuestras “ganancias” y nos hace desconfiar de las otras personas (incluso las más cercanas) que vemos como competidoras o amenazas. Eso en el mejor de los casos. En el peor, el dinero, o, mejor dicho, la falta de dinero, se convierte en esa violencia estructural conocida como pobreza. También lo codiciamos,
porque, en este mundo, nos permite adquirir bienes y servicios, es decir, todo lo necesario para sobrevivir. Más aún, porque nos han educado para que aspiremos a acumularlo, multiplicarlo y ostentarlo a través de un consumo desenfrenado. En definitiva, no somos capaces de concebir nuestras existencias al margen del dinero.
Mientras que el gánster del cine nos deja elegir entre “la bolsa o la vida”, el gánster del capitalismo, por su parte, no nos deja otra opción y bajo su yugo “la bolsa es la vida”. Abolir el dinero y el mundo que lo hace posible y necesario es, por tanto, una de las aspiraciones de quienes hemos organizado esta actividad. Porque pensamos que existen otras formas de organización social y económica, en las que primen la solidaridad, el apoyo mutuo y el don desinteresado. Pero como el tiempo es oro y no hay tiempo que perder, no nos quedamos de brazos cruzados esperando la utopía, sino que empezamos a construir desde el aquí y el ahora, haciéndonos la pregunta: Mientras luchamos por su abolición, ¿qué hacemos con el dinero?
Una respuesta a tal interrogante puede encontrarse en las mutualidades,
experiencias colectivas y horizontales de redistribución de dinero que han surgido en los últimos años en entornos “militantes”. En la actividad de hoy os traemos un ejemplo de estas experiencias: la mutualidad “El Pastizal” afincada en Cantabria. A su vez, existen otras formas de redistribuir el dinero, que ya están pasando o que pueden pasar. Y para hablar de todo eso, de lo que ya hemos hecho o hacemos y contagiarlo, de lo que no hacemos y por qué y cómo superarlo, es la segunda parte de la mañana, a cargo de la porvenir.